Ideas en torno de las políticas culturales en México

1.      No soy especialista en políticas culturales, y los especialistas existen.  Mis puntos de vista por lo tanto son los de un ciudadano de a pié del mundo cultural.

2.      Mi impresión en el mundo de las políticas culturales en México se parece en algo a la que tengo acerca de la política científica: México encontró un caminito por ahí de los años ochenta, que tiene aspectos que funcionan y otros que no tanto, pero que se ha instalado en esa fórmula sin cambiar gran cosa.  Me parece que hay tareas importantes para la cultura, que incumben la política cultural del gobierno y de la iniciativa privada, y busco acá anotar algunas ideas al respecto de cuáles son.

3.      Idea 1: Pasar de una estrategia de “que florezcan 100 flores” en el ámbito cultural a apoyar que aunque sean unas 30 de esas flores se aboquen a generar una visión del país que tenga relevancia actual.  Por ejemplo, el país necesita un nuevo Ballet Folklórico (sin que ello implique abolir el actual), un nuevo museo de antropología (también, sin abolición), ya no orientado en exclusiva a los mundos indígenas, una nueva historia…  Necesitamos una nueva representación estética y política de México que parta tanto de la norteamericanización del país (con sus límites y contradicciones), de la urbanización masiva del país, de la masificación de la cultura, y de las nuevas ruralidades.  Esto implica política cultural.

4.      Idea 2: Exposición, tematización, rechazo, y en su caso defensa legal de creadores frente al monopsonio en TV y en otras industrias culturales.  La baja calidad de la cultura de masas en México tiene importantes aspectos laborales.  A diferencia, por ejemplo, de Hollywood, el actor, la escritora, la directora o el diseñador no tienen realmente protección frente al monopsonio de Televisa y de TV Azteca.  La nueva Ley de Telecomunicaciones no se orienta realmente a la defensa de las condiciones del artista.  Hace falta investigación y discusión pública de las condiciones en que laboran los actores de las televisoras, los ilustradores que están sometidos a las editoriales y revistas, los cobros que hacen o no hacen los escritores…

5.      Idea 3:  La Secretaría de la Cultura debe ofrecer apoyo jurídico y defensa en la esfera pública de la situación de los artistas.  Sería recomendable el establecimiento de una oficina del Ombudsman de la Cultura.

6.      Idea 4: El sistema de becas a creadores debería parecerse en espíritu más a los mecenazgos de las ciudades italianas del renacimiento, y menos al Sistema Nacional de Investigadores.  Es decir, debe orientarse más a saturar de arte el espacio público, y menos a fomentar inovación intra-gremial.

7.      Idea 5: La Secretaría de la Cultura debe buscar fórmulas para apoyar la relación entre arte y movimientos sociales.  Sabemos de la concentración geográfica de la oferta cultural en los espacios urbanos, y en la geografía nacional.  Y sabemos también que los proyectos de transformación social en áreas tales como adopción de eco-tecnologías, igualdad de género, prevención de delincuencia, etc. funcionan con mucho mayor efectividad si hay participación de artistas profesionales en el movimiento social.  La política cultural del Estado debe reconocer este hecho, y encontrar fórmulas que lo resalten y le transfieran recursos.

8.      Idea 6: Ayudar a fomentar la creación y sustentabilidad de redes locales de artistas—un movimiento que se parece al “Community Supported Food” que ha surgido en varios países para crear una relación directa entre granjas locales y consumidores locales.  La sustentabilidad de prácticas artísticas puede ser fomentada a través de movimientos de Producción Artística Comunitaria.

9.      Los esfuerzos colectivos de la política pública deben, entonces, orientarse de manera decidida en tres direcciones: primero, preocuparse seriamente por las condiciones laborales, de derechos y de remuneraciones de la comunidad artística, incluyendo la defensa de los artistas ante las grandes corporaciones; segundo, crear una imagen de país que vaya de acuerdo con la situación y posibilidades actuales, que difieren de manera importante de la imagen de país que fue formulada con mucho éxito a mediados del siglo pasado; por último, las políticas deben orientarse a darle organicidad y arraigo a la producción artística.  Este arraigo pasa por una parte por la re-orientación de los beneficios públicos de las intervenciones financiadas por el Estado (parecerse más a los Medicci y menos al SNI), a consolidar la unión entre artistas y movimientos sociales, y a afianzar la creación de canales de relación y trabajo entre artistas locales y las comunidades a que pertenecen o podrían pertenecer.