IX

Teoría y práctica de la catástrofe

27/ene/11 — 29/ene/11, Teatro Julio Castillo
Director: Eduardo Abaroa

Art struggles with chaos, but it does so in order to render it sensory, even through the most charming character, the most enchanted landscape.
–Gilles Deleuze and Felix Guattari

There’s our catastrophe. In the bag. Once more and I’m off.
–A line from the character of the director in the play Catastrophe (1982) by Samuel Beckett.

La noción de la catástrofe implica un cambio, una crisis o un desastre definitivo, después del cuál nunca seremos los mismos: un evento de gran trascendenncia para la vida o el sistema en el que se refiere, pues significa que es inevitable y de una transformación irreversible. Surge entonces una gran variedad de connotaciones de esta simple definiciones, permitiéndonos unificar áreas que son perfectamente separables. Buscamos una multiplicidad de temas y puntos focales, que generan un efecto de dispersión. 

En el Simposio tenemos invitados filósofos, artistas, curadores y escritores, para discutir las posibilidades de un antiguo y elusivo término que involucra, al menos desde Aristóteles, un elemento de lo dramático, o lo trágico - es decir, de lo teatral. La catástrofe es ante todo, imaginaria [...]

Programa

1. Teoría y práctica de la catástrofe

Teoría y práctica de la catástrofe

EDUARDO ABAROA


Quiero agradecer al Patronato de Arte Contemporáneo A.C., a su mesa directiva y al comité del SITAC: Aimée Servitje, Patricia Sloane, Osvaldo Sánchez, Mariana Munguía, Ery Camara y Sol Henaro por su labor indispensable a favor de un mayor alcance del diálogo en torno al arte actual. Gracias, también, por haberme dado la oportunidad de colaborar con ustedes en este evento de la vida cultural en la ciudad de México. Expreso mi admiración y agradezco muy especialmente a todos los artistas, escritores, filósofos y curadores que, con su trabajo y talento, conforman esta novena versión del SITAC y su programa de clínicas, tan brillantemente organizadas por Sol Henaro. Quiero mencionar la gran labor de María Bostock y el equipo del SITAC, que han trabajado intensamente para coordinar y dar forma a este evento. También a Taller de comunicación gráfica por su exclente trabajo de diseño. Durante los próximos tres días se cristalizará el esfuerzo realizado durante un año por personas extraordinarias; a todas ellas expreso mi reconocimiento y gratitud. Finalmente, de manera especial, quiero agradecer a nombre del SITAC, y a título personal, la amplia generosidad de las personas, empresas e instituciones patrocinadoras y facilitadoras de este valioso esfuerzo colectivo.


La frase “Teoría y práctica de la catástrofe” es nuestro punto de partida. Me pareció un poco irónica. Podríamos entender que exista una teoría cientifica que estudie las catástrofes. Como pronto aprenderemos, la hay, y es muy importante. Pero que alguien concienzudamente se propusiera una práctica de la catástrofe, no tiene un sentido evidente más que en un tono irónico, absurdo o profundamente destructivo. Sin embargo, en un segundo momento de reflexión acerca del mundo y de nuestra situación actual, acabé por encontrar atinado el título.

Al terminar el 2010, tan lleno de desastres de todo tipo, pensar sobre este tema tiene cierta pertinencia, especialmente en lugares como México, que hoy se ve inmerso en una serie importante de problemas, cuya solución se percibe cada vez más lejana. Es a partir de aquí y de una manera heterodoxa, casi afectiva, que pretendo generar una discusión que será muy productiva, porque este evento cuenta con magníficos participantes.

Primero es preciso y necesario definir un campo de acción. Una catástrofe implica, a grandes rasgos, un cambio, una crisis o un desastre, a partir del cual ya nada es lo mismo, un evento de la mayor trascendencia para la vida o el sistema al que se refiere, ya que significa su transformación inevitable e irreversible. A partir de esa definición simple, surge una gran variedad de connotaciones, las que nos permiten abordar en conjunto ámbitos que quizá, en otro contexto que no sea el artístico, deberían estar separados. Con ello busco una pluralidad de enfoques y temáticas, un efecto de dispersión que, estoy seguro, dará cabida a discursos diferentes e, incluso, a estados de ánimo contrastantes.

A este simposio hemos invitado a filósofos, artistas, curadores y escritores a discutir las posibilidades de un vocablo antiguo y elusivo, que en su historia, desde Aristóteles, denota un elemento dramático o trágico, es decir, teatral. Lo catastrófico es, en primer lugar, imaginario. Los desastres proliferaban en el pensamiento mítico de muchas culturas. Hasta hoy no ha menguado la potencia simbólica de epidemias, diluvios, plagas y devastaciones naturales, más arrasadoras que la muerte misma.

Por más empirista que parezca nuestra época, hemos constatado el poder de las narrativas cataclísmicas en el surgimiento de nuevas variantes religiosas, en su gran valor para la industria del entretenimiento y, por último, en su efectividad como herramienta de control ideológico y político.

Las catástrofes imaginarias pueden llegar a ser tan terribles como las reales. Es conocido el papel que el Apocalipsis de San Juan ha tenido en la historia de Occidente. Si bien el texto es terrible en su descripción de la destrucción del mundo, el desenlace es una promesa de salvación cuya potencia ha definido enormemente nuestra cultura. Los historiadores han descrito el milenarismo de Cristóbal Colón, quien, entre otras cosas, buscaba una nueva ruta para rescatar Jerusalén al zarpar hacia el Occidente. No pudo haber imaginado que su expedición abriría paso a la destrucción de las civilizaciones de todo un continente.

El cataclismo total, como requisito de una salvación ulterior, es un esquema que puede encontrarse incluso en Marx, quien avizoró el necesario derrumbe del sistema capitalista para ceder paso al comunismo. Como ha demostrado Naomi Klein acerca de la historia reciente: la fabricación del miedo como estrategia disuasiva de los sistemas sociopolíticos es una práctica que puede tener consecuencias a nivel global. Al inicio de este milenio conocemos varias versiones del juicio final que sirven como coartada para ocultar calamidades tangibles causadas por la inercia generalizada. Es por esta razón que la reflexión sobre la potencia que tiene la catástrofe en nuestra imaginación es ahora no sólo válida sino imprescindible. Quizá la actividad artística, como forma de transformación del imaginario colectivo, puede generar disidencias y narrativas divergentes a las ideologías hegemónicas. Con un poco de suerte algunos de estos nuevos rumbos serán menos perniciosos.

La catástrofe siempre va en primera plana. Nuestra percepción de las desgracias más dolorosas se ve afectada irremediablemente por el embate de los medios masivos de comunicación; el término implosión de Marshal Mc Luhan es elocuente en ese sentido. Hoy nos enteramos de manera deficiente de lo que pasa en nuestro entorno inmediato, pero pretendemos conocer la situación de Haití por el terremoto, la de Bangladesh por sus inundaciones, la de Colombia y México por sus problemas con el narcotráfico. Todo eso se puede procesar tranquilamente en la mañana, leyendo el periódico durante el desayuno. La indiferencia característica de muchas sociedades post-industriales contrasta con la intensidad de la violencia presente en todo tipo de medios masivos: televisión, periódicos, internet, etcétera. Es debatible la afirmación de que la violencia representada pueda instigar a las personas que la consumen a perpetrar actos de violencia real, como es el caso de los videojuegos. Pero no deja de ser inquietante que las bandas de narcotraficantes tomen como modelos a los personajes de Francis Ford Coppola, dándose a sí mismas nombres como La Familia, a la usanza de las mafias cinematográficas clásicas. La frontera entre la cruda pulsión mórbida y la contemplación sentimental del dolor ajeno suele ser borrosa en cualquier contexto. Pero es en el incesante consumo masivo de imágenes donde la banalización del sufrimiento y la violencia parecen alcanzar su punto más alto. El análisis crítico de los medios de comunicación es un terreno que el arte de las últimas décadas ha ejecutado singularmente bien, y tendremos en este simposio muestras de ello. Por otro lado, algunos de los participantes de este SITAC han contrarrestado efectivamente la indiferencia y han sido parte de esfuerzos de rescate en desastres naturales, llegando incluso a proponer esta acción como obra artística. En otros casos han elaborado programas de interacción colectiva que pretenden abordar problemas y situaciones sociales adversas.

Si los terremotos, las epidemias y las sequías como eventos naturales del devenir del mundo son una parte inseparable de la experiencia humana, los infortunios que unos grupos humanos han infringido a otros definen la evolución de las civilizaciones. En el mundo actual no sólo es posible hablar con horror de conflagraciones bélicas a gran escala sino de inmensas fallas económicas que afectan la vida de decenas de millones de personas. En nuestros días, las catástrofes naturales y las provocadas por el hombre parecen confluir en la destrucción masiva de los ecosistemas. Hay cada vez más ejemplos de cómo los procesos de producción globalizados conllevan muy frecuentemente una afectación drástica, perniciosa y definitiva de las poblaciones y también del medio ambiente. Basta solo un ejemplo. 1988 es la fecha aproximada de la primera advertencia científica sobre el peligro del cambió climático del planeta. Pero por razones políticas se ha ignorado la copiosa colección de pruebas que ha aportado la comunidad científica mundial. Desde ese mismo año hasta hoy se ha producido aproximadamente el 40% de los gases de efecto invernadero que actualmente amenazan el planeta. Podemos constatar que se ha desarrollado una consciencia mucho mayor del daño que la actividad humana ha causado a su propio entorno. La destrucción tiene como evidencias las inundaciones e incendios forestales y olas de calor por el desastre climático, las fugas de petróleo sin control, la sobreexplotación de los recursos de todo tipo o la desaparición de las especies vivas a una escala que se ha dado sólo muy pocas veces en toda la historia del mundo. Es incontrovertible el papel que han jugado en esta debacle las tecnologías desarrolladas desde hace apenas unos cuantos siglos. Pero queda por definir si el desarrollo tecno-científico es una opción, si no para detener, al menos para dar una dirección nueva a la transformación del planeta.

En este simposio veremos algunos ejemplos de cómo algunos artistas contemporáneos han ido más allá del objetivo de crear consciencia sobre los problemas y han llegado a desarrollar tecnologías eficientes que promueven la sustentabilidad de los procesos de supervivencia humana. Otros artistas han desarrollado aportaciones tecnológicas alternativas como una herramienta política de subversión contra los sistemas de dominación y exclusión de comunidades marginales. Si bien nuestro tema a lo largo de estos tres días puede llegar a ser deprimente, también buscamos ejemplos de cómo una de las vertientes más fuertes del arte contemporáneo ha empezado a vislumbrar soluciones a problemas cada vez más concretos. Para muchos artistas en la historia, desde Leonardo hasta Vertov, la tecnología ha jugado un papel prominente. En la actualidad somos testigos de cómo la práctica artística se puede con vertir en una crítica práctica y discursiva de las tecnologías obsoletas y perniciosas.

Tenemos a nuestro favor que la ciencia actual conoce cada vez mejor los fenómenos extremos. Los avances en el estudio de este tema han sido vertiginosos, desde la Teoría de la Catástrofe del matemático René Thom, pasando por las ideas de Ilya Prigogine y hasta la relativamente reciente Teoría del Caos. El énfasis de la ciencia en la estabilidad y la regularidad ha cedido el paso al estudio de la turbulencia, las bifurcaciones y los puntos de quiebre, revelando una complejidad antes inimaginable. La ciencia no oculta su entusiasmo ante la auto-organización de las moléculas de agua que genera un tsunami o la transformación de los saltamontes comunes en una plaga de langostas. Enfrentamos la posibilidad de que la aceleración del conocimiento humano esté llevando a la naturaleza y a la humanidad a fases totalmente distintas y desconocidas.

Quizá el arte mismo es una forma indisociable del desastre o el momento crítico. Las obras de arte, como describieron alguna vez Deleuze y Guattari, son expresiones de un chaosmos, un orden armónico que sin embargo implica una mirada hacia el abismo. Los artistas buscan precisamente aquellos resquicios en donde las explicaciones se derrumban y pierden su sentido habitual, hacen visible la plenitud terrible de la vida a través de varias destrucciones incluso auto-destrucciones. El arte no es únicamente una contemplación pasiva de la existencia, o una simple denuncia, por importante que ésta sea. Puede también desafiarnos a confrontar las áreas más oscuras de nuestra psique, y quizá ayude a entender mejor a nuestros semejantes y a nosotros mismos en medio de situaciones de peligro o de zozobra. Nuestra intención más importante es partir del asombro y la fascinación sublime hacia una mayor capacidad crítica con respecto a la época que nos tocó vivir. Así que de este modo reitero mi invitación a sumergirse con nosotros en esta empresa.


2. Muestrario provisional de eventos catastróficos

Muestrario provisional de eventos catastróficos

Si bien el carácter frágil e incierto de la vida humana ha sido un tema recurrente de muchas culturas a través de la historia, ciertas vertientes del arte actual han buscado involucrarse con mayor contundencia en la denuncia y la transformación de situaciones críticas.

El amplio espectro de lo que hoy se considera arte permite una apertura a disciplinas afines como el fotoperiodismo, la pedagogía, el desarrollo sustentable y el activismo político. Algunos artistas han configurado nuevos modelos de organización colectiva que trascienden los esquemas de difusión artística convencional para buscar cambios tangibles de su entorno político y social. En otros casos han logrado canalizar los recursos culturales y materiales de las instituciones dedicadas al arte contemporáneo hacia la recuperación de zonas de desastre, desafiando la acostumbrada distancia de la alta cultura frente a sectores más amplios de la población.

En nuestra época parece haber una voluntad cada vez mayor de actuar frente a una lista aparentemente interminable de problemas pendientes. Aún así sigue siendo vigente e indispensable reflexionar sobre el sentido y el alcance de nuestras fuerzas como sociedad e incluso como especie. No es posible siquiera considerar el papel del arte como forma privilegiada de conocimiento, si sus practicantes eluden investigar los episodios de crisis que afectan a un grupo cada vez mayor de personas alrededor del mundo.


3. Tecnociencia, desastre y panacea

Tecnociencia, desastre y panacea

La ciencia ha tenido un auge cada vez mayor en nuestra época y sigue ejerciendo su influencia en muchas expresiones filosóficas y artísticas como lo ha hecho desde hace ya varios siglos. Pero, a pesar de tantos descubrimientos recientes de enorme trascendencia, el saber científico no provoca hoy el optimismo de hace cien años, muy al contrario. Queda hoy bastante claro que el desarrollo tecnológico que la ciencia ha hecho posible, es la causa principal de la transformación catastrófica del planeta. Tenemos por un lado una mejor idea de la magnitud de los nuevos problemas en un mundo muchísimo más complejo de lo que creyeron otras generaciones y por otro lado la conciencia de un poder tecnológico que antes era impensable y que sale de control esporádicamente con consecuencias funestas.

4. La imaginación estética frente al caos

La imaginación estética frente al caos

Son incontables los ejemplos del interés que tienen los artistas por la destrucción ya sea real o imaginaria, como tema narrativo o como hipótesis de un enunciado político. Es evidente también la fascinación que despiertan la crisis en todos los rubros de la cultura, como si aún encontrando momentos de relativa estabilidad éstos fueran efímeros y a veces indeseables para los fines del incansable goce mediático. Parecería que en los últimos cincuenta años hemos transitado del patetismo del artista expresionista al carácter ético del arte políticamente comprometido. Las artes pueden cobrar sentido como una forma de supervivencia y resistencia ante hechos de violencia extrema o de crisis generalizada, pero también pueden ser un lugar de contemplación y reciclaje de los medios masivos de comunicación. En esta sesión, investigaremos la elusiva y problemática posición del arte frente a la realidad contundente e inabarcable de su contexto.

5. Clínicas

Clínicas SITAC IX

DIRECTORA SOL HENARO

Las clínicas proyectadas para el SITAC IX Teoría y práctica de la catástrofe fueron diseñadas con este deseo, con el afán de implicar a otros agentes de la producción contemporánea interesados en la observación/estudio de la complejidad cotidiana y a partir de ello, contrastar o releer sus reverberaciones desde el campo artístico. Implicamos para este ejercicio a un filósofo, un escritor y a un grupo de ambientalistas para que, juntos y desde diversas experiencias de saberes, pudiéramos aproximarnos y problematizar la noción de catástrofe. El pensamiento contemporáneo no puede limitarse a disciplinas específicas, el productor sensible al mundo es aquel que transita entre ellas desdibujando límites para ampliar su pensamiento y campo de acción/intervención. Las clínicas funcionaron con formatos híbridos donde un grupo de cómplices se reunió a trabajar, en torno a algunas de las líneas planteadas por el director del IX SITAC. Estos espacios de reflexión y diálogo se concibieron como otras oportunidades paralelas al SITAC para continuar deshilvanando conceptos, problemas y otros resortes activando la discusión y la reflexión crítica en torno a los siguientes itinerarios-guiños:

a) “Corporalidad y catástrofe” con Fabián Giménez Gatto

b) “Narrativas apocalípticas y el futuro feo” con Gonzalo Soltero

c) “Taller de diseño adaptativo” a cargo de TOA (Taller de Operaciones Ambientales)

Posterior al SITAC, el sábado 5 de febrero de 2011, nos reunimos alrededor de 48 personas entre responsables y participantes de las tres clínicas en el patio de SOMA (una de las tres sedes de las clínicas) para sostener una reunión conjunta de evaluación donde se compartieron experiencias. Con el afán de escuchar al otro y con el deseo de recoger una reflexión tanto para nosotros mismos como responsables de esta edición como para futuros ‘clinicantes’; se inivitó a los asistentes a un dibujar un diálogo colectivo/honesto sobre los formatos tanto del SITAC como de sus clínicas, de sus aciertos y fragilidades y se enfatizó la necesidad de poder encarar abiertamente los problemas en ese espacio y no a irse cada quien con sus respectivas reflexiones, insatisfacciones o nuevas potencias.

Algunas de las señalizaciones de mejora fueron:

  • La falta de hilo conductor en las mesas de discusión del SITAC.
  • La naiveté de los artistas al explorar mundos ajenos a través de su trabajo.
  • La debilidad del papel de algunos moderadores de las mesas del SITAC.
  • Se hizo una crítica a la cultura del lamento para construir en cambio, formas de acción y participación colectiva que permitan el desarrollo de nuevos formatos y formas de participación.
  • La no superposición calendárica de las clínicas para poder tener la oportunidad de asistir a más de una clínica.
  • La posibilidad de continuar relaciones/intercambios fuera de las clínicas.
  • La vinculación directa con el SITAC y la invisibilidad percibida de las clínicas dentro de ese formato.
  • El poco tiempo para compartir y evaluar el trabajo de los participantes dentro de las clínicas.
  • El acierto al expandir el margen de acción a distintas áreas de producción de conocimiento y no limitarlo únicamente al arte contemporáneo.
  • El poco interés de los participantes para llegar al consenso y darse “palmaditas”, en contraste con el presentar dudas, reflexionar y estimular reflexión crítica.
  • El hecho de que los espacios surgen como “espacios de poder” y la importancia de que éstos se cuestionen sus propias estructuras jerárquicas (problematizar la relación docente-alumno).
  • Se señaló la importancia del intercambio de reflexión colectiva al término tanto de las clínicas como del mismo SITAC.

Se generaron nuevas ideas y propuestas, como:

      • Plantear las clínicas como “orgánicas” y procurar que sirvan como sede-resorte para la creación de proyectos.
      • Extender la temporalidad de las clínicas para lograr mayor profundidad.
      • No normalizar los espacios de trabajo y de debate. Que los procesos del SITAC y de las clínicas sean procesos continuos durante el año.
      • Hacer trabajo previo al inicio de las clínicas: generar un ‘blog’ o alguna otra herramienta donde se concentren lecturas y otros materiales que puedan enriquecer a la misma y fomentar la interlocución.
      • Generar un espacio dentro de las clínicas para conocer los proyectos de cada participante.
      • Pensar tres etapas de las clínicas: un Antes, un Durante y un Después del SITAC.
      • Pensar en las clínicas como un resorte o dispositivo que permita que se puedan generar proyectos.
      • Hacer una diferenciación de formatos y dinámicas entre talleres teóricos y prácticos para poder integrar intereses en beneficio de las clínicas.
      • Ampliar las posibilidades de difusión y comunicación del SITAC y de las clínicas utilizando herramientas de comunicación social en red.

      Ese formato de puesta en común sentados en un gran círculo terminó con una invitación para platicar en pequeños grupos, brindar y escuchar el ‘playlist de la catástrofe’ que generaron desde la clínica coordinada por TOA. Los asistentes seguimos intercambiando ideas y pareceres aún por largo rato; algunos logramos continuar en constante contacto. En mayor o menor medida, logramos vincularnos unos con otros.


      Participantes

      Publicación

      Programa de acompañamiento

      21/nov/24
      Director: Sol Henaro

      Clínica 1: HEDAS: Herramientas de diseño adaptativo - TOA
      Clínica 2: Corporalidad y catástrofe - Fabián Giménez Gatto
      Clínica 3: Narrativas apocalípticas y el futuro feo - Gonzalo Soltero

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